miércoles, 31 de agosto de 2016

EL PARAISO ESTA EN EL ESTE

Según el poema sumerio de Gilgamesh el paraíso está en el extremo oriental del mundo.

Cuando Gilgamesh pierde a su querido amigo, Enkidu, decide realizar un largo viaje en busca de la inmortalidad, para lo cual tiene que encontrar a otro personaje legendario, Utnapishtin, superviviente junto con su mujer de la terrible catástrofe del diluvio enviado por los dioses, y único humano que ha logrado la inmortalidad, por lo que se dirige hacia el este.

En su largo camino hacia la salida del sol atraviesa en primer lugar la gran estepa, luego llega a las montañas sagradas, custodiadas por seres escorpión que le dejan seguir su camino a través de los oscuros valles de la gran cordillera, por donde el sol viaja cada noche. Al final de la travesía por la montaña, Gilgamesh desemboca en un jardín maravilloso, repleto de vegetación exuberante y hermosos árboles, cuyas hojas son como piedras preciosas. Pero no acaba aquí su viaje, sino que atraviesa este paraíso terrenal y continúa hacia el mar, donde se extienden las tenebrosas aguas de la muerte, que tiene que atravesar para encontrar al “Lejano” Utnapishtin.

Después del diluvio, a Utnapishtin y su esposa se les concede la inmortalidad, por lo que tienen que partir a bordo de su arca, hacia la desembocadura de los ríos, en los confines de la Tierra, cerca de la salida del Sol, donde viven los dioses.

La cuestión es que Utnapishtin no solo llega a la desembocadura de los ríos, sino que se aventura en un mar peligroso, en cuyo interior residen las aguas de la muerte. Un mar importante, como un gran océano, el Pacífico, difícil de superar, y por tanto, vetado a los mortales. 

Es posible, que las tierras a las que hace referencia el poema en realidad fueran el recuerdo de un continente lejano, el americano, sin duda conocido y explorado por las gentes prehistóricas, ya que los estrechos oceánicos permanecieron congelados durante largos períodos de la historia del hombre, permitiendo el paso a través de ellos. Sirviendo de vías de comunicación e intercambio de historias, corrientes de pensamiento y tecnologías, entre otras cosas. Porque el relato del diluvio llega hasta estas tierras americanas, y las distintas historias que se desarrollan al respecto, presentan muchos elementos coincidentes con la versión sumeria y hebrea (furia divina, un lugar montañoso, dos supervivientes humanos…), pero se olvidan de uno de los elementos más significativo, no mencionan ningún barco.

Lo que plantea nuevos interrogantes. ¿Cómo es posible que una historia como la de Utnapishtin o Noé, en la que el arca es un elemento fundamental en todos los relatos del próximo oriente, y por extensión, de los continentes europeo y africano, no exista en los relatos tribales americanos, anteriores a la llegada de los españoles?

Yo no creo que las dos versiones, presentando tantas similitudes, surgieran espontáneamente a la vez y sin ninguna conexión. Más bien pienso que, aunque el diluvio pudiera haber sido un fenómeno generalizado en todo el planeta, causado por el deshielo de los glaciares y el cambio a un clima más cálido, posiblemente la historia del mismo, se desarrolla en un ámbito territorial determinado. Más concretamente el entorno del mar Negro, donde hay huellas de grandes inundaciones procedentes del Mediterráneo. De ahí, la historia se difundiría en varias direcciones, llegando una versión a Mesopotamia, y otra a los confines orientales del globo, a las Américas.

Por tanto mientras la versión que viaja hacia las llanuras mesopotámicas añadiría el barco salvador, la versión del este conservaría la historia original en la que no existiría este elemento, penetrando en el continente americano por el estrecho de Bering, por aquel entonces todavía congelado, para bajar en dirección sur por toda la costa occidental de América.

Tras el deshielo de los glaciares, la lengua de tierra que unía ambos continentes desaparecería bajo las aguas, cerrando el paso. Pero el recuerdo de la existencia de estas tierras perdidas en la bruma del océano, continuaría viva en la memoria de muchos pueblos, desdibujada por el paso del tiempo y de localización imprecisa, destinada a alimentar la imaginación y la leyenda, como morada de los dioses. El Paraíso de Gilgamesh.


Para ilustrar esta idea presento una tablilla de arcilla datada entre el 600 a.C y el 500 a.C., que actualmente se exhibe en el Museo Británico de Londres. Se trata de una de las representaciones cartográficas más antiguas que se conoce. Es una abstracción esquemática del cosmos babilónico, donde Babilonia se sitúa en el centro del pequeño universo, bañada por el Eúfrates. A su alrededor se localizan otros lugares como Asiria y Armenia, al noreste, las montañas donde nace el río al norte, Yemen al sureste, y Der (“la fortaleza de los dioses”) al este. Rodeando el círculo central, se extiende un mar amargo, y más allá de este mar existen otras tierras, en las cuales al este, en la séptima isla, se sitúa el lugar “donde sale la mañana”.

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