martes, 7 de abril de 2015

LA LANZA DE RAQOIS/QATROS


La siguiente historia surge en el equinoccio de primavera de 2014, en el museo sefardí de Toledo, donde hallé, entre otros objetos, un cuenco de cerámica en cuyo interior hay escrito un conjuro. El cuenco está datado en el siglo VII d.C. El conjuro, escrito en hebreo-arameo, consiste en una invocación para expulsar de una casa los demonios que están enfermando a los niños.

La costumbre de escribir conjuros en cuencos es una tradición de época talmúdica (siglos IV-VII) que se desarrolla en Babilonia, asociada a una especie de magia curativa que practicaban los judíos, porque consideraban que el mal o enfermedad era provocada por un demonio. El conjuro se escribe desde el borde describiendo una espiral hacia el fondo, que en ocasiones está decorado con la figura de un demonio. Los cuencos por lo general se enterraban a la entrada de las casas boca abajo, para atrapar al demonio e impedir que entre en el hogar.   

Esta es la traducción del conjuro realizada por Emiliano Martínez Borobio (CSIC):

“Te conjuro a ti, lilit Hablas nieta de lilit Zarne, que moras en el humbral de su casa, que hieres y debilitas a los niños y niñas. Te conjuro para que seas golpeada en la membrana de tu corazón con la lanza de Raqois (o Qatros), héroe, que gobierna sobre los diablos, los demnios y los lilit, y te he escrito y te he separado, como escriben los diablos el documento de divorcio a sus mujeres y ya no vuelven. Toma tu divorcio y acepta tu conjuro, y marchate, sal y huye de la casa de Aspa, hijo de Hoba y de HFen, hija de Immi, su mujer en el nombre de S´dyqhwn (=de su justo)”.

La invocación es contra Lilit, un demonio femenino causante de la muerte infantil. Pero el personaje sobre el que quiero centrar mi atención, en esta ocasión, es el héroe que gobierna sobre los demonios, llamado Raqois o Qatros en el conjuro.  

Es curioso como suceden las cosas. En el solsticio de invierno de ese mismo año visité la catedral de León durante unos gélidos minutos, y de repente, de una de sus paredes, surgió la figura de Raqois/Qatros con su lanza. Sobre la tumba de Ordoño II hay unos relieves con el tema de la crucifixión de Jesús, y en una de las viñetas aparece Longinos clavando la lanza en uno de sus costados. La escena me  trasladó nuevamente al cuenco del museo sefardí de Toledo, donde el héroe Raqois/Qatros golpea con su lanza la membrana del corazón de Lilit.

¿Cabría, entonces, otra interpretación para la lanzada de Longinos?, ¿Podría estar haciendo referencia este relato a una antigua tradición judía? En ese caso ¿Sería Jesús considerado un demonio por el pueblo judío?.

Si analizamos el texto bíblico, el episodio de la lanzada está recogido tan solo en el evangelio de San Juan. Según el evangelista “los judíos, como era el día de la Paravesceve, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el día de sábado, por ser día grande aquel sábado, rogaron a Pilatos que les rompiesen las piernas y los quitasen. Vinieron, pues los soldados y rompieron las piernas al primero y al otro que estaba crucificado con El; pero llegando a Jesús, como le vieron ya muerto, no le rompieron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó con su lanza el costado, y al instante salió sangre y agua.” (Jn 19;31-34).

Luego viene un párrafo que ha suscitado polémica porque según los expertos genera duda acerca de la autoría del evangelio, pues si la primera parte del párrafo parece que hace alusión a Juan apóstol, la segunda da la sensación que está escrito por un narrador ajeno al entorno de Jesús, Juan evangelista, por lo que se piensa que es añadido más tarde: “El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; él sabe que dice verdad para que vosotros creáis;”(Jn 19;35).

Sin entrar en el debate que dejamos para los expertos, lo que sí parece claro es que el autor quiere dejar constancia que lo que sucedió es tal como él lo cuenta, y que no sucedió de otra manera. Lo cual hace sospechar que debió existir otra versión de los hechos diferente en circulación por aquellos tiempos, una versión posiblemente judía.

Los últimos párrafos sanjuanistas dan la explicación de porqué sucedieron así los hechos: “porque esto sucedió para que se cumpliese la Escritura:<<No romperéis ni uno solo de sus huesos>>. Y otra Escritura dice también: <<Mirarán al que traspasaron>> (Jn 19;36-37), que J.Mateos y J. Barrato (El Evangelio de Juan, Madrid, 1982, p. 827-832) interpretan según el Éxodo (Ex 12,46) y en Zacarías (Zac 12, 10; Zac 13, 1; Zac 14, 8).   

Avalando la versión judía, sin embargo, observamos que en diversos pasajes del evangelio de Juan,  Jesús es considerado un demonio por los judíos en varias ocasiones (Jn 7, 20; Jn 8, 48; Jn 8,52), y que San Juan considera a los judíos sus principales enemigos (Jn 20,19; Jn 6,41; Jn 6,52; Jn 7,12-13; Jn 13,33). Por lo que no sería descabellado pensar que el gesto del soldado de clavarle la lanza en el costado tuviera otra intención, la de matar a un demonio, Jesús, hiriéndole en la membrana del corazón, como hace Raqois/Qatros en el conjuro.

Hecho que, tanto San Juan como la iglesia cristiana, intentaron desmentir ofreciendo a cambio una versión avalada por las Escrituras, y eliminando cualquier detalle que pudiera recordar la versión judía, así todas las imágenes de Jesús crucificado en las que se representa este hecho, deliberadamente, tienen la llaga en el costado derecho, alejada del corazón, para no inducir a errores, aunque Juan nunca especificó el lado en el que se le asestó la lanzada a Jesús.