La siguiente historia surge en el
equinoccio de primavera de 2014, en el museo sefardí de Toledo, donde hallé,
entre otros objetos, un cuenco de cerámica en cuyo interior hay escrito un
conjuro. El cuenco está datado en el siglo VII d.C. El conjuro, escrito en
hebreo-arameo, consiste en una invocación para expulsar de una casa los demonios
que están enfermando a los niños.
La costumbre de escribir conjuros en
cuencos es una tradición de época talmúdica (siglos IV-VII) que se desarrolla
en Babilonia, asociada a una especie de magia curativa que practicaban los
judíos, porque consideraban que el mal o enfermedad era provocada por un
demonio. El conjuro se escribe desde el borde describiendo una espiral hacia el
fondo, que en ocasiones está decorado con la figura de un demonio. Los cuencos
por lo general se enterraban a la entrada de las casas boca abajo, para atrapar
al demonio e impedir que entre en el hogar.
Esta es la traducción del conjuro realizada
por Emiliano Martínez Borobio (CSIC):
“Te conjuro a ti, lilit Hablas nieta
de lilit Zarne, que moras en el humbral de su casa, que hieres y debilitas a
los niños y niñas. Te conjuro para que seas golpeada en la membrana de tu
corazón con la lanza de Raqois (o Qatros), héroe, que gobierna sobre los
diablos, los demnios y los lilit, y te he escrito y te he separado, como
escriben los diablos el documento de divorcio a sus mujeres y ya no vuelven.
Toma tu divorcio y acepta tu conjuro, y marchate, sal y huye de la casa de
Aspa, hijo de Hoba y de HFen, hija de Immi, su mujer en el nombre de S´dyqhwn
(=de su justo)”.
La invocación es contra Lilit, un
demonio femenino causante de la muerte infantil. Pero el personaje sobre el que
quiero centrar mi atención, en esta ocasión, es el héroe que gobierna sobre los
demonios, llamado Raqois o Qatros en el conjuro.
Es curioso como suceden las cosas. En
el solsticio de invierno de ese mismo año visité la catedral de León durante
unos gélidos minutos, y de repente, de una de sus paredes, surgió la figura de Raqois/Qatros
con su lanza. Sobre la tumba de Ordoño II hay unos relieves con el tema de la
crucifixión de Jesús, y en una de las viñetas aparece Longinos clavando la
lanza en uno de sus costados. La escena me
trasladó nuevamente al cuenco del museo sefardí de Toledo, donde el
héroe Raqois/Qatros golpea con su lanza la membrana del corazón de Lilit.
¿Cabría, entonces, otra
interpretación para la lanzada de Longinos?, ¿Podría estar haciendo referencia
este relato a una antigua tradición judía? En ese caso ¿Sería Jesús considerado
un demonio por el pueblo judío?.
Si analizamos el texto bíblico, el
episodio de la lanzada está recogido tan solo en el evangelio de San Juan.
Según el evangelista “los judíos, como
era el día de la Paravesceve, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el
día de sábado, por ser día grande aquel sábado, rogaron a Pilatos que les
rompiesen las piernas y los quitasen. Vinieron, pues los soldados y rompieron
las piernas al primero y al otro que estaba crucificado con El; pero llegando a
Jesús, como le vieron ya muerto, no le rompieron las piernas, sino que uno de
los soldados le atravesó con su lanza el costado, y al instante salió sangre y
agua.” (Jn 19;31-34).
Luego viene un párrafo que ha
suscitado polémica porque según los expertos genera duda acerca de la autoría
del evangelio, pues si la primera parte del párrafo parece que hace alusión a
Juan apóstol, la segunda da la sensación que está escrito por un narrador ajeno
al entorno de Jesús, Juan evangelista, por lo que se piensa que es añadido más
tarde: “El que lo vio da testimonio, y su
testimonio es verdadero; él sabe que dice verdad para que vosotros creáis;”(Jn
19;35).
Sin entrar en el debate que dejamos
para los expertos, lo que sí parece claro es que el autor quiere dejar
constancia que lo que sucedió es tal como él lo cuenta, y que no sucedió de
otra manera. Lo cual hace sospechar que debió existir otra versión de los
hechos diferente en circulación por aquellos tiempos, una versión posiblemente judía.
Los últimos párrafos sanjuanistas dan
la explicación de porqué sucedieron así los hechos: “porque esto sucedió para que se cumpliese la Escritura:<<No
romperéis ni uno solo de sus huesos>>. Y otra Escritura dice también:
<<Mirarán al que traspasaron>> (Jn 19;36-37), que J.Mateos y J. Barrato (El
Evangelio de Juan, Madrid, 1982, p. 827-832) interpretan según el Éxodo (Ex
12,46) y en Zacarías (Zac 12, 10; Zac 13, 1; Zac 14, 8).
Avalando la versión judía, sin embargo, observamos que en diversos pasajes del evangelio de Juan, Jesús es considerado un demonio por los judíos en varias ocasiones (Jn 7, 20; Jn 8, 48; Jn 8,52), y que San Juan considera a los judíos sus principales enemigos (Jn 20,19; Jn 6,41; Jn 6,52; Jn 7,12-13; Jn 13,33). Por lo que no sería descabellado pensar que el gesto del soldado de clavarle la lanza en el costado tuviera otra intención, la de matar a un demonio, Jesús, hiriéndole en la membrana del corazón, como hace Raqois/Qatros en el conjuro.
Hecho que, tanto San Juan como la
iglesia cristiana, intentaron desmentir ofreciendo a cambio una versión avalada
por las Escrituras, y eliminando cualquier detalle que pudiera recordar la
versión judía, así todas las imágenes de Jesús crucificado en las que se
representa este hecho, deliberadamente, tienen la llaga en el costado derecho,
alejada del corazón, para no inducir a errores, aunque Juan nunca especificó el
lado en el que se le asestó la lanzada a Jesús.