lunes, 13 de noviembre de 2017

LOS TRES HIJOS DE NOE


Según la Biblia, tras el diluvio, los tres hijos de Noé, Cam, Sem y Jafet, abandonan el lugar donde se posa el arca (para algunos el monte Ararat), con la intención de repoblar la Tierra, ya que son los únicos supervivientes de la catástrofe (Génesis 10, 18-19).
La Biblia no da muchos más detalles, por lo que tenemos que recurrir a una fuente más moderna, las Antigüedades judías de Flavio Josefo, escritas entre los siglos I y II d.C., para descubrir cómo se desarrollan los acontecimientos. Cam se expande sobre todo por el Próximo Oriente, África (Etiopía, Libia y Egipto) y Mesopotamia. Sem lo hace por Asia hacia el océano Índico. Mientras que a Jafet le corresponde el continente europeo, que comprende desde el rio Tanais (actual Don) y monte Tauro (al este de Turquía), hasta Gardir (Cádiz) en la Península Ibérica.
La cuestión es que esta historia bíblica, y otras, tienen mucho parecido con el mito griego de Prometeo, en el que, como ya apuntaba Milton, puede rastrearse la presencia de estos descendientes de Noé, cuando Gea y Urano deciden repartir la Tierra entre sus hijos, los titanes. Siendo Japeto, padre de Prometeo, el mismo Jafet. Pero es que además este mito guarda otras analogías con las historias recogidas tanto en la Biblia como en los escritos sumerios. En él hallamos todos los ingredientes esenciales de estas historias milenarias aunque mezclados a la manera griega: la creación del hombre por Prometeo, moldeándole con barro; el pecado original en forma de regalo, una caja, que nuevamente, como la manzana de Eva, entrega una mujer, Pandora, al hombre elegido, Epismeteo; o el diluvio universal enviado por los dioses en el que Deucalión es el Noé griego.
Es difícil no establecer conexión entre ellos, y preguntarse cómo se difundieron estas historias por lugares tan dispares. Puede que los relatos fueran de boca en boca, llevados por comerciantes o por trovadores de la época. Pero también pudo ser como lo cuenta la Biblia, y fueron llevados a todos estos lugares por la dispersión de estas tribus semi-nómadas, los descendientes de Noé, que empujados por el deshielo de los glaciares que inundan vastos territorios en sus lugares de origen, tienen que migrar y conquistar nuevos territorios. Llevando consigo todas estas historias e ideologías, y una nueva y original forma de poblamiento, estructurado en su interior según una retícula de calles ordenadas, y un impresionante sistema defensivo al exterior, compuesto por una serie de recintos amurallados.
Así, la dispersión de estas tribus por el viejo continente, o según la Biblia, los hijos de Noé, serían los causantes de los grandes poblamientos amurallados que se desarrollan en este momento, tanto en Asia como en Europa.
Los ejemplos más destacados de esta expansión en territorio asiático serían las ciudades sumerias que emergen tempranamente en suelo mesopotámico, en torno al 3.500 a.C. Mientras que en Europa, este rastro post-diluviano puede seguirse hasta la Península Ibérica a través de una serie de asentamientos, como el de la ya mencionada cultura de Gummenlita, en la península de Anatolia, o el de la cultura de Michelsberg en Alemania occidental y la de la Confederación Ligur de Chassey en la Occitania del sur de Francia.
En la Península, los theobelos de Flavio Josefo, Tubal, para muchos, son quienes crearían, otros dos impresionantes reinos en el sur peninsular. El de los Millares, al SE y el de Vilanova de San Pedro al SO. Donde nuevamente volvemos a encontrar un registro arqueológico parecido al de Gummenlita (metalurgia de cobre, industria de bisutería y telares dentro de una economía doméstica en el interior de las viviendas, urbanismo incipiente en poblados amurallados, necrópolis de túmulos familiares, escritura incipiente, y, seguramente, la introducción del caballo doméstico destinado al transporte). Y en la que, además, se perciben fuertes influencias de las culturas del Egeo.
Y es precisamente por el carácter eminentemente bélico de estos nuevos asentamientos, que resulta más plausible que se trate de gentes foráneas y beligerantes, como las que habitan las estepas nor-caucásicas, las que traigan estos mitos, y este nuevo sistema constructivo sin precedentes, pues, ¿Qué necesidad sino tendrían, las pacificas poblaciones eneolíticas de construir fuertes y murallas, técnica por otra parte desconocida para ellos, si fueran comerciantes o trovadores los portadores de las historias?