El
descubrimiento de este pueblo milenario enterrado en las arenas del desierto de
Taklamakan, ha abierto nuevos horizontes por donde enhebrar el hilo del
pensamiento, que va tejiendo una tela invisible donde pueblos y culturas se
entrelazan para crear un complejo bordado.
Los
tocarios o, más bien, sus antecesores paleo-europeos, procedían seguramente de
Siberia meridional (culrura de Afanas’evo del 3.500 a.C. al 2.500 a.C.), aunque
los antecesores de estos debían vivir más a occidente, al norte del Mar Negro,
en un área que se conoce como la estepa póntica (culturas de Yamna entre 4.500
a.C y 2.500 a.C., Javalinsk o proto-kurgan del 5.000 a.C. al 4.500 a.C., y de
Samara del 5.500 a.C. al 5.000 a.C.). En todas estas culturas lo más destacado
son sus necrópolis, en las que se enterraba una población de rasgos europeos o
paleo-europeos (rubios, con ojos azules y de gran estatura), semejantes a la de
las necrópolis del Tarim.
Los
historiadores griegos a finales del I milenio a.C., sitúan a los tocarios, en
las fronteras orientales del imperio persa, y dicen de ellos que son un pueblo guerrero,
que habla una lengua indoeuropea, tienen aspecto nórdico, y están emparentados
con los escitas del norte del Mar Negro.
Está
claro que la filiación europea de estas
gentes no parece presentar dudas, no solo por su aspecto, sino también por su
lengua, más emparentada con la rama centum, indoeuropea occidental, que con la conocida
como satem, indoeuropea oriental.
Una
filiación que además apunta hacia una de las culturas más características de la
Europa occidental, la celta, como parece corroborar el fascinante estudio de
E.W. Barber, mediante el cual establece una conexión entre los tejidos de las
momias del Tarim y los de las poblaciones celtas de la Tene, a través de un
tipo de telar especifico, hallado, ¡cómo no!, al norte del Caucaso.
Hacia
el II milenio a.C, decíamos, los antecesores de los tocarios, provenientes de
las culturas eneolíticas, del norte del Caucaso y Mar Negro, tras permanecer en
una serie de asentamientos de la cuenca alta del Yenisei y zona central de la
llanura de Minusinsk, en Siberia meridional, durante, aproximadamente, un
milenio, se establecen en los oasis del desierto de Taklamakan, aprovechando
una de las vías comerciales más antiguas que unía occidente con oriente, la
ruta de la seda. Donde crean una serie de reinos independientes gobernados por
una ciudad (Hami, Turfán, Karachabr, Kucha, Aksui, Kashgar).
Las
incursiones mongolas de finales del I milenio a.C., en busca del lucrativo
comercio de la seda, contribuyen a que la población tocaria abandone la zona y
se establezca más a occidente, en Bactriana, en la frontera oriental del
imperio persa, donde las fuentes griegas transcriben el nombre, tukhara, con el
que indios y persas denominan a estas gentes de aspecto europeo, llamándoles Thokaroi.
Pero
lo más curioso es, como ya comentamos anteriormente, la conexión existente
entre el poema de Gilgamesh y las creencias de este pueblo. Como si el héroe
sumerio procediera de esta cultura ancestral o compartiera sus creencias.
La
cuestión es, como se produce esta conexión, o más bien, donde y cuando. Como
hemos visto, todos los indicios en relación a estas gentes del desierto, nos
llevan al norte del Caucaso y del Mar Negro, más que a Mesopotamia. ¿Sería
posible que proto-sumerios y proto-tocarios, en un momento anterior al IV
milenio a.C., compartieran un espacio común, al norte del Mar Negro, donde
desarrollarían un substrato cultural parecido, en el que compartirían creencias
e historias similares?
Para
el lingüista W.N. Hennings, los tocarios serían los antiguos gutis o guteos de
la región del Caucaso. Este pueblo aparece mencionado por primera vez en los
escritos acadios de finales del III milenio a.C., refiriéndose a ellos como “horda de bárbaros incivilizados”, que,
procedentes de los montes Zagros, protagonizarían recurrentes incursiones al
imperio.
Sin
embargo, cuando el imperio acadio comienza a decaer, las incursiones de este
pueblo de "bárbaros", se transforman en una invasión organizada que consigue someter
Mesopotamia durante todo un siglo. Los gutis son recibidos por la
población sumeria como libertadores, integrándose social y culturalmente con
ellos. Las ciudades sumerias conocen un segundo período de
esplendor durante el reinado de estas gentes de las montañas.
Dato interesante ya que la traducción sumeria de Gutium es “madre que tiene el cordón de la vida”. Lo que podría estar aludiendo a un origen común de ambos pueblos. ¿Es posible, que los Guti norcaucásicos, acudieran en ayuda de sus hermanos sumerios, sometidos a los semitas de Akkad?
Dato interesante ya que la traducción sumeria de Gutium es “madre que tiene el cordón de la vida”. Lo que podría estar aludiendo a un origen común de ambos pueblos. ¿Es posible, que los Guti norcaucásicos, acudieran en ayuda de sus hermanos sumerios, sometidos a los semitas de Akkad?
Hasta
el momento el origen de los sumerios es
una cuestión que se sigue debatiendo, y sobre la que no hay consenso. En este
sentido, y siguiendo con nuestra argumentación, una de las líneas de
investigación apunta que los sumerios, de acuerdo con la tipología de sus
cráneos, pueden tener un origen caucásico. Desde luego, el relato de Gilgamesh nos conduce a este origen, donde tocarios y sumerios se unen a través del cordón de la vida que extienden los gutis hasta Summer.
En
este caso, la ruta de Gilgamesh bien pudiera ser un recuerdo de este origen
común, donde se realizaba periódicamente un viaje hacia el sol naciente, atravesando
la estepa (del Pontos), antes de entrar en el desierto de Taklamakan.
Y, tal
vez, el resultado negativo de la expedición de Gilgamesh, sea la aportación de
los sumerios mesopotámicos, al relato, en el que se ponen en entredicho unas creencias antiguas y unos
dioses en decadencia. Gilgamesh da paso a una nueva Era, en la que el hombre y
su capacidad creadora, y civilizadora, pasa a un primer plano (Gilgamesh se
enorgullece de las murallas de Uruk, que glorifican su nombre y hacen que
perdure en el tiempo, la inmortalidad de Gilgamesh). Mientras que Utnapishtin
es el héroe del pasado, de unas creencias antiguas, cuyo destino se encuentra
al arbitrio de los dioses, por eso debe morar con ellos, en las tierras del sol
naciente.
Una de las necrópolis de Lop Nor (Taklamakan), a la que había que
acceder en barca, y en la que se colocan grandes postes al pie de la
proa de las tumbas femeninas, y remos en las masculinas (costumbre
que adoptaron luego los vikingos). Las momias se enterraban vestidas
y con ajuar a una profundidad de 2 metros.